miércoles, 18 de noviembre de 2020

 

 EL AUTÉNTICO NOVIO DE LA MUERTE

Donde quiebre los oídos el llanto

de un niño que no cese,

 sin morir nunca y sin descanso,

una vieja agonice y arda en llamas

de manera infinita y permanente,

donde el mar sea la saliva

de un tuberculoso impenitente

y la espuma de las olas los esputos con sangre

de una ramera y un libertino 

sifilíticos en un coito ruidoso y estertórico,

doloroso, anorgásmico, priápico, definitivo,

asesino, vomitivo, sudoroso, maloliente,

incesante y para siempre;

donde yazca un cuervo muerto, podrido,

festejado por gusanos de boca negra,

blancos, gordos y relucientes,

donde sólo habite el olvido solo,

pero el atormentado, tormentoso y nauseabundo,

el más triste, yermo, desabrido y desalmado,

el más presente y ausente, pero no el de Bécquer;

donde haya siempre una mujer herida,

despechada, tristísima, lujuriosa,

rencorosa y vengativa,

muerta de deseo, pecado, dolor,

una bruja solitaria, malvada y depravada,

esperando yacente, boca arriba

a un borracho sádico, misógino,

blasfemo, empapado en sudor y pestilente…

para devorarlo vivo cada vez

que él se enhieste, y vomitarlo de nuevo

en un círculo cíclico y perenne…

ahí estará mi cadáver, mi tumba,

mi nicho, mi féretro, mi panteón,

mi deseado y definitivo nido

de plumas negras

y mi mansión desnuda,

sucia de espíritus oscuros

con colas y cuernos de Luzbel,

vociferantes, fanáticos, febriles,

obcecados, hambrientos del mal

y de clavar sus tridentes, crudelísimos,

frenéticos y omnipotentes…

ahí estará mi mausoleo,

adornado con cuadros de van Gogh,

pinturas negras de Goya y Lucientes,

y una lápida teniendo como epitafio esta poesía,

rubricada con autógrafos de Baudelaire,

Lovecraft, Alan Poe, Mesalina

y Madame Claude, y oscuras rojas

manchas de sangre hirvientes y feas,

destilando vapores y humo

irrespirables, cenagosos,

risueños, eternos y decadentes,

en decadencia sin fin,

en crisis terca y para siempre.

Y este, el mayor rebelde cósmico

con causas omnipotentes,

las noches de lunas nueva

escribirá poesías acompañado

por el violín de Paganini

y cantadas por Vincent Price,

como apología, tributo y homenaje

a la nada, al vacío, al no ser,

al final, a la negación ilusa y frustrada

de la tan temida por unos,

y deseada por este ángel caído,

novio enamorado y rendido,

venerada, adorada, anhelada,

divina, y esperada bellísima fiesta

de esa dama desolada que es

la MUERTE...

¡MUERTE, MUERTE, MUERTE!