lunes, 11 de enero de 2016

AMARGA ADOLESCENCIA

Estoy muy triste y escribo para desahogarme;
como siempre, para mí, no para nadie;
sólo pretendo secar con el papel
las nubes grises que ahogan mis ojos
y amenazan con derramarse en lágrimas.
Estoy solo y frustrado,
veo mis sueños muy lejanos,
mi presente es monótono y desangelado,
necesito profunda amistad sincera
y un fuerte abrazo de amor sin límites
que ahogue todas mis penas y desdichas;
la vida me ha pegado muy duro,
me ha lastimado hasta decir: ¡basta...!,
y algo me dice que no tiene
porque ser diferente mi futuro;
por el contrario, siento mucho miedo
y mis fuerzas se agotan,
porque ha sido mucho el sudor y el llanto desbordado.
Nunca conseguiré ser un loco,
nunca conseguiré ser una persona común,
siempre seré el mismo niño idealista y neurótico
que suspira en una noche tenebrosa,
perdido y abandonado en un bosque
de odio, de frustración, de incomprensión,
y nadie escuchará mis gritos, porque todas
las personas mayores están demasiado lejos.
No tengo más muleta que la pluma,
no tengo más consuelo que el llorar,
y no puedo, porque mi tristeza es tan aguda
que no soy capaz de verter las lágrimas
que me ahogan, e impiden salir de mí
los perros que me muerden por dentro,
y los garfios que hieren las entrañas de mi cerebro,
y las ventosas que oprimen mi pecho.
Si supiera escribir sería un buen poeta,
porque también a mi “me duele...
hasta el aliento”;
pero no importa...
estoy triste y escribo para desahogarme,
como siempre, para mí, no para nadie,
sólo pretendo secar con el papel
las nubes grises que ahogan mis ojos
y amenazan con derramarse en lágrimas.