AMARGA
ADOLESCENCIA
Estoy muy triste y
escribo para desahogarme;
como siempre, para
mí, no para nadie;
sólo pretendo secar
con el papel
las nubes grises que
ahogan mis ojos
y amenazan con
derramarse en lágrimas.
Estoy solo y
frustrado,
veo mis sueños muy lejanos,
mi presente es
monótono y desangelado,
necesito profunda
amistad sincera
y un fuerte abrazo de
amor sin límites
que ahogue todas mis
penas y desdichas;
la vida me ha pegado
muy duro,
me ha lastimado hasta
decir: ¡basta...!,
y algo me dice que no
tiene
porque ser diferente
mi futuro;
por el contrario,
siento mucho miedo
y mis fuerzas se
agotan,
porque ha sido mucho
el sudor y el llanto desbordado.
Nunca conseguiré ser
un loco,
nunca conseguiré ser
una persona común,
siempre seré el mismo
niño idealista y neurótico
que suspira en una
noche tenebrosa,
perdido y abandonado
en un bosque
de odio, de
frustración, de incomprensión,
y nadie escuchará mis
gritos, porque todas
las personas mayores
están demasiado lejos.
No tengo más muleta
que la pluma,
no tengo más consuelo
que el llorar,
y no puedo, porque mi
tristeza es tan aguda
que no soy capaz de
verter las lágrimas
que me ahogan, e
impiden salir de mí
los perros que me
muerden por dentro,
y los garfios que
hieren las entrañas de mi cerebro,
y las ventosas que
oprimen mi pecho.
Si supiera escribir
sería un buen poeta,
porque también a mi
“me duele...
hasta el aliento”;
pero no importa...
estoy triste y
escribo para desahogarme,
como siempre, para
mí, no para nadie,
sólo pretendo secar
con el papel
las nubes grises que
ahogan mis ojos
y amenazan con
derramarse en lágrimas.