martes, 26 de enero de 2016

POR UNA MIRADA.

Por una mirada de unos ojos azules
fui naufrago en sus aguas,
atado a la sicodelia, el frenesí,
la desesperación que me embriagó
cuando una sonrisa suya
me mordió el corazón.
Nado abofeteado por las olas
agonizando de amor,
saltando hacia el cielo
para asirme a sus cabellos,
que son hijos del sol.
Es impensable vivir
en el infierno al que te condenan
las pupilas de una mujer,
como grilletes oxidados,
cuando no ha hecho más que amanecer.
Es insufrible la soledad,
el silencio, la oquedad
de tu cuerpo, tus labios,
tus manos, sexo,
cuando una niña ha penetrado
más allá de tus adentros,
mamándote la sangre de tus venas,
sorbiendo todo tu aliento,
dejándote sin nada,
inoculando con su sonrisa y su mirada
todo el frenesí del universo,
y quieres coger
con las manos el aire
y beber la saliva de su cuerpo;
cuando te sientes un niño
lleno de miedo,
porque la soledad
en cada segundo
va preñada con la fuerza
de un huracán
con todo el sentido del concepto.
Tu piel de nácar brilla
dentro de mis sienes,
y cada rayo es un latido
que me dice que te quiero,
que golpea como tropel
de caballos, con la crin como tu pelo,
recorriendo mis entrañas
hasta no saber quién soy,
quién eres, qué siento;
si estoy vivo de amor
o muerto respetado
por el vacío de tu silencio.
¡Ven!, mírame, háblame,
bésame, sosiega los latidos
de mi pecho ardiendo,
porque yo, a ti, niña...
yo creo que te quiero.