POR
UNA MIRADA.
Por una mirada de
unos ojos azules
fui naufrago en sus
aguas,
atado a la sicodelia,
el frenesí,
la desesperación que
me embriagó
cuando una sonrisa
suya
me mordió el corazón.
Nado abofeteado por
las olas
agonizando de amor,
saltando hacia el cielo
para asirme a sus
cabellos,
que son hijos del
sol.
Es impensable vivir
en el infierno al que
te condenan
las pupilas de una
mujer,
como grilletes
oxidados,
cuando no ha hecho más
que amanecer.
Es insufrible la
soledad,
el silencio, la
oquedad
de tu cuerpo, tus
labios,
tus manos, sexo,
cuando una niña ha
penetrado
más allá de tus
adentros,
mamándote la sangre
de tus venas,
sorbiendo todo tu
aliento,
dejándote sin nada,
inoculando con su
sonrisa y su mirada
todo el frenesí del
universo,
y quieres coger
con las manos el aire
y beber la saliva de
su cuerpo;
cuando te sientes un
niño
lleno de miedo,
porque la soledad
en cada segundo
va preñada con la
fuerza
de un huracán
con todo el sentido
del concepto.
Tu piel de nácar
brilla
dentro de mis sienes,
y cada rayo es un
latido
que me dice que te
quiero,
que golpea como
tropel
de caballos, con la
crin como tu pelo,
recorriendo mis
entrañas
hasta no saber quién
soy,
quién eres, qué
siento;
si estoy vivo de amor
o muerto respetado
por el vacío de tu
silencio.
¡Ven!, mírame,
háblame,
bésame, sosiega los
latidos
de mi pecho ardiendo,
porque yo, a ti,
niña...
yo creo que te
quiero.