A DON JULIO ANGUITA GONZALEZ.
El Rayo Dios abraza
con verdades definitivas
los sueños humeantes
del altar mayor
del Olimpo de la
poesía.
La sabiduría más
sabia
mana de sus labios
llevando la ética al
último extremo,
y enciende con toda
la fiereza
de la ternura
infinita sus ojos,
diseñadores de la
mezquita.
La Alhambra siente
envidia
de no ser la capilla,
siquiera el púlpito,
donde su ferviente
corazón roto
ofrece el paraíso
terrenal
a los miserables
humanos;
gritando afónicamente
con voz tronante
que guía todas las
musas:
“¡Os lo pido con todo
mi ser!”