domingo, 17 de enero de 2016

ELLA

Quisiera vivir eternamente
para recordar aquel amigo
del colegio, la obsesión
por mí de aquella niña,
que nunca llegué a comprenderla.
La sonrisa amable de aquella señora
el otro día, que se mostró tan atenta;
la imagen extraña
de aquel bohemio sucio
en la estación, que olía a viejo
y a amalgama de presencias.
Quisiera vivir eternamente
para escuchar cada día
el amor de mi madre
en cada mirada y en cada hecho;
las impertinencias que le ha procurado
la cruel vejez a mi abuela;
las buenas maneras del hijo de mi amigo
que conocí anteayer, mientras yo
me sentía viejo al ver nacer
su adolescencia.
Los desmanes de mi hermana,
los silencios de mi huerta,
el esplendor de la planta,
que hace unos días clavé en la tierra.
Quisiera recordar el ruido
del bar lujoso donde no podía
sentirme solo, donde faltaba ella,
para despertarme cada mañana de nuevo,
y acostarme cada noche de nuevo
sin pensar en ella.
Quisiera vivir eternamente,
porque sé que en la muerte
no habrá más obligación
de mi pasada vida
que estar muerto siendo causa de mi agonía.
Sé que no habrá lugar ni fuerzas
más que para pensar en ella,
sin excepción para morir en la muerte
un instante sin el grito desgarrado
de pedir su presencia.
Su presencia...
Ella...
Su presencia...
Ella...