VORÁGINE
IDEALISTA.
Mi caminar
es el de pasos
profundamente
marcados en el barro.
El barro está blando
por mis lágrimas
caídas.
El lodo está manchado
por la sangre
derramada,
que he vertido en
forma de sudor,
a lo largo de un sendero
coronado de espinas.
Barro de mis huesos,
lodo de mis lágrimas,
sangre de mis venas,
sendero de mi vida,
espinas del mundo;
cada huella, un paso
mal dado,
y mi caminar es un
sueño,
el sueño que nos
arrastra
a
seguir luchando
y hundirnos cada vez
más,
paso tras paso,
lágrima tras lágrima,
en el lodo y en el
barro.
He querido saberlo
todo,
con ansia brava
y apetito voraz de
verdades,
y aunque puede que no
sea
más que un perro
que quiso perseguir
su rabo,
hasta hundirse en el
fango
de su sudor,
me siento ya viejo y
cansado.
Atrás queda
una larga experiencia
amarga;
mi presente es triste
y desesperanzado,
la tristeza aguda e
irreversible
del que ha buscado la
verdad
y se considera un
“sabio”.
Detrás de todo he
visto mierda,
y todo lo he
soportado,
mas al mirarme a mí
mismo,
por no ser yo
diferente
a este mundo que me
aprisiona
(sino quizás yo
mismo),
he llorado y
vomitado.
Ante mí nada queda;
vivo luchando
y lucho llorando,
me muero cada día,
y hoy digo adiós,
pues sólo queda en mí
la curiosidad por saber
qué hay “después”;
nada hago aquí,
si mientras vivo me
muero,
quizás morir...
sea vivir.