jueves, 21 de enero de 2016

VORÁGINE IDEALISTA.

Mi caminar
es el de pasos
profundamente marcados en el barro.
El barro está blando
por mis lágrimas caídas.
El lodo está manchado
por la sangre derramada,
que he vertido en forma de sudor,
a lo largo de un sendero
coronado de espinas.
Barro de mis huesos,
lodo de mis lágrimas,
sangre de mis venas,
sendero de mi vida,
espinas del mundo;
cada huella, un paso mal dado,
y mi caminar es un sueño,
el sueño que nos arrastra
a seguir luchando  
y hundirnos cada vez más,
paso tras paso, lágrima tras lágrima,
en el lodo y en el barro.
He querido saberlo todo,
con ansia brava
y apetito voraz de verdades,
y aunque puede que no sea
más que un perro
que quiso perseguir su rabo,
hasta hundirse en el fango
de su sudor,
me siento ya viejo y cansado.
Atrás queda
una larga experiencia amarga;
mi presente es triste y desesperanzado,
la tristeza aguda e irreversible
del que ha buscado la verdad
y se considera un “sabio”.
Detrás de todo he visto mierda,
y todo lo he soportado,
mas al mirarme a mí mismo,
por no ser yo diferente
a este mundo que me aprisiona
(sino quizás yo mismo),
he llorado y vomitado.
Ante mí nada queda;
vivo luchando
y lucho llorando,
me muero cada día,
y hoy digo adiós,
pues sólo queda en mí
la curiosidad por saber
qué hay “después”;
nada hago aquí,
si mientras vivo me muero,
quizás morir...

sea vivir.