AUTORRETRATO
DE UN INSTANTE
Demonio melancólico,
con vocación febril de
místico asceta.
Nostálgico de lo hermoso
del pasado,
de huellas vívidas
felices
grabadas en el alma
buscadora de frenética
liberación divina
eterna.
Enamorado de Cervantes,
por ser padre de su
aventajado hermano,
el bueno, Alonso
Quijano.
Amante celoso y con
envidia
de las entrañas de las
leyendas de Bécquer,
por tan sublimes, más
reales y codiciadas
que su propia vida.
Tan soñador, viviendo en
sueños,
y sin vivir los
despertares
de la mañana, de la
noche y del mediodía,
adolescencia y juventud,
poniendo al término de
cada ciclo
querer cambiar frenesí
por sosiego infinito
con hachazos suicidas.
Devorador de porqués y
perfecciones,
iluso alumno compulsivo
de la escatología.
Bohemio, por no disponer
de tiempo ni de oídos
para las órdenes
externas
de la maligna
disciplina.
Revolucionario, a
lanzazos y pedradas
contra el dharma, el
Logos, el Arjé,
los sánskaras y el
kharma de su vida,
del universo, de todos
los universos,
de casi todo lo que
vive,
de casi todas las vidas.
Devoto de Sainath,
enamorado de su maestro
supremo
del que desea henchirlo
todo
sin medida.