UNA PENA
Hay una pena rara y extraña…
Circula dentro de mis huesos,
circula sucia y sin piedad,
cavando en mis tuétanos.
Es una pena gruesa que se alarga,
como las serpientes e Silvio,
en mi cerebro.
Ara como lombrices de tierra
las cavidades asquerosas
y mal rellenas de mi esqueleto
hurga y hurga
y hiere sin piedad.
Es ciega, muda, sorda y fea;
resbala como una babosa sobre mi cerebro
y de repente pica y muerde y carcome,
pero no entra,
le dan asco mis sesos.
¡Vete, puta zorra de mierda!,
¡vuelve a los nichos y a los cuerpos!;
en mi había algo de vida,
ahora muerte que no muere,
vida oscura, lóbrega,
fecal y ordinaria
que hace aullar de miedo
los poros limpios de mis blancos huesos.
Poesía demoníaca,
del Bajo Astral,
sucia, cerda y fea,
¡escríbete sobre la inexistente conciencia de los malos,
abandona el jardín florido
de mis besos al viento
gris, azul, bello, húmedo, triste
y que silba canciones de amor
en los oídos de los hermanos que nunca tuve
y a los amigos de mi niñez
que ya han muerto,
que ya no están,
que, tal vez, nunca fueron,
pero yo sé que existieron.
Los tatuajes de sus almas en mi mente
son cicatrices de oro, vino y rosas,
hachís en mi aliento
y un vaso muy grande de cerveza fresca
y vino tinto de paladar seco, alcohólico y florido
en el estómago de mi pasado y mi recuerdo.