domingo, 8 de mayo de 2016


YING

Llevo el Ying tatuado en mis ojos,
y en mi mirada un claroscuro;
yo no he sido creado,
desciendo tan sólo de los simios,
y en mi espalda y en mi torso
luzco el vello de los toros y los lobos
de los montes,
en la ciudad no tengo ascendente alguno,
los primeros reptiles son mis ancestros,
y las fiestas de mi clase
las hacen Santas Compañas
de Espartacos, labradores y remeros;
todos ellos son mis santos difuntos.
Me he acostado con mujeres de toda condición,
menos con reinas y burguesas,
no quiero que me ensucien aristócratas y empresarias,
entrego mi ser y mi existencia a mujeres parias,
criadas, esclavas y sirvientas,
soy bajo en los bajos de los mundos,
de mirada humilde y rebelde;
llevo el Ying tatuado en mis ojos
y en el enfoque un claroscuro.
Para huir del Samsara no pronunciarán
mis labios oración alguna,
ni seré devoto de los santos,
pediré prestados dos versos
al poeta Ismael Serrano
y ataré bandadas de gorriones y gaviotas
(reidoras, tristes, lloronas y burlonas),
a mis muñecas para que me arrastren volando
muy lejos de aquí, pero no a otro planeta,
sino al vacío de la nada,
y consumaré la perfección
en la negación de mi existencia.
Yunques, arados, hoces, martillos, guadañas,
campos de heno y campos de trigo
serán los testigos y herederos
de mi estancia en este astro maldito,
en esta Tierra que entierra
los corazones tiernos y rebeldes
de humanos poetas de la tragedia y el desatino.
Seguiré la senda de Miguel,
de Baudelaire,  de Pessoa y León Felipe,
y seré la cola de un reguero de cenizas
defenestrado en la amateria del delirio.
Cuando yo no sea,
cuando no sea nada,
cuando no tenga cuerpo,
mente ni alma, ni espíritu,
seré en mí mismo la nada,
y un reguero de pólvora encendida
en el inconsciente colectivo
de los rebeldes cósmicos del Samsara:
parias, esclavos y esclavas,
criados, criadas y sirvientas
que amamanten una prole de suicidas,
de kamikazes que se enfrenten
a los dioses y los ricos,
y vivan en coitos constantes,
incestuosos y endogámicos,
con conciencia de clase
y sin conciencia del cielo;
no más cielos que la afsenta,
el aguardiente, el whisky,
el láudano, la maría,
y la apología del incesante suicidio colectivo
de los parias, los esclavos,
los criados, las criadas, las sirvientas,
y la huida del Samsara
con bandadas de gorriones
y gaviotas famélicas,
atadas a nuestras muñecas,
pero no a otro planeta,
sino al vacío de la nada,
y consumaremos la perfección
en la negación de nuestra existencia.
Llevo el Ying tatuado en mis ojos,
y en la mirada un claroscuro.